«Cubanización de la prensa mexicana»
Por Stephen Crane
– Irremisiblemente, México se encamina a su propio averno censor, que ya hace estragos en la prensa mexicano. Y no parece haber un sólido dique que la contenga.
CDMX, octubre 2025.- En Cuba no está permitido el disenso en la infernal cárcel acuosa que representa la isla. La única, absoluta, inmarcesible, verdad desciende del poder al pueblo famélico, a través de la prensa, desde 1959. Prometieron el paraíso los barbudos revolucionarios, con el pretexto de “patria o muerte” y “con la revolución todo, contra la revolución nada.»
Pero, hace 66 años, tiene a 10 millones de habitantes sufriendo un infierno. Donde la libertad de expresión está sepultada bajo sus muros de agua. Con saña inaudita, el gobierno del país caribeño decapitó, sin piedad alguna, las ilusiones de su pueblo, ávido de mayor justicia y bienestar social, tras la fugaz dictadura de Fulgencio Batista, 1952-1959.
Pueblo sepultado en vida. Víctima de la infinita maldad de comunistoides dioses endemoniados.
Porque, como dijo el célebre Winston Churchil:
“El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia; su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria.”
En otras palabras: en el capitalismo es la injusta distribución de la riqueza, y en el socialismo la justa repartición de la pobreza.
Es la torcida izquierda: nunca crea riqueza ni bienestar.
Es la madre de todas las miserias sociales, políticas y económicas. Ahí está prohibida la esencia del ser humano: el ‘yo’. No tiene cabida el individuo, como tal. Existe sólo cuando forma parte de la masa: el pueblo.
O como llama el presidente argentino, con peculiares palabras:
“Zurdos de mierda.”
No se sabe que algún simpatizante del partido en el poder, Morena -o alrededor del mundo-, ansíe ir a vivir a la infausta isla.
El capitalismo tampoco es una opción de vida justa. Pero en él, el individuo tiene la libertad de decidir qué hacer con su vida, sin que una pandilla de crápulas determine su existencia: qué, cómo y cuándo pensar y vivir.
Desde Palacio Nacional, hace siete años, el poder está obsesionado en llevar a México por ese oscuro camino de abrojos.
Curioso, el maridaje de la llamada Cuarta Transformación con la isla: envía entre 17 mil y 23 mil barriles de petróleo diarios, cortesía del gobierno mexicano, cerca del 3% de su producción petrolera.
Cuando Pemex tiene una deuda mayúscula, casi demencial: 120 mil millones de dólares.
Hay otra perversa relación entre el gobierno de la Cuarta Transformación y la dictadura de la isla, que bucea en un mar de opacidad: médicos cubanos, moderna esclavitud vestida de blanco, que explota el gobierno, resulta costosa para el gobierno mexicano.
El diario El Universal reportó que el costo total de los médicos cubanos para México ascendía a 2 mil 19 millones 98 mil pesos. El total pagado hasta junio de 2025 fue a dar a las arcas de la empresa estatal cubana Comercializadora de Servicios Cubanos, S.A.
Son fantasmales. Porque nadie da testimonio de recibir sus servicios en territorio nacional.
Al fin el pueblo paga.
Los medios de comunicación en Cuba se componen de varios tipos: televisión, radio, periódicos e internet. Los medios de información cubanos tienen un furibundo control del gobierno, liderado por el Partido Comunista de Cuba (PCC), durante las últimas cinco décadas. Censura estrictamente las noticias, la información y los comentarios críticos, y restringe la difusión de publicaciones extranjeras a los hoteles turísticos, según Wikipedia.
Los periodistas, agrega, “deben actuar” dentro de los límites de las leyes contra la propaganda antigubernamental y los insultos a funcionarios, que “conllevan penas» de hasta tres años de prisión.
La propiedad privada de los medios de comunicación está prohibida. Todos son de propiedad pública. A cualquiera harta, ver, oír y leer, hasta la saciedad, en el mismo discurso de hace más de 60 años.
Entre ellos destaca la prensa escrita: Granma —del Partido Comunista de Cuba, de mayor tradición e influencia-, Juventud Rebelde – de la Unión de Jóvenes Comunistas- y Trabajadores -de la Central de Trabajadores de Cuba. Todos están férreamente controlados por el Estado.
La libertad de expresión, vale insistir, está sepultada bajo la acorazada censura. Cualquier expresión, individual o colectiva, discordante del poder, se castiga con las mazmorras. La cárcel donde se exorcizan y encadenan los demonios libertarios.
En resumen: la dictadura del proletariado en el socialismo la impone la burguesía: el buró político del Partido Comunista.
En 2023, la firma Dato World reveló que Cuba era el país más pobre de América Latina, por delante de Venezuela y Honduras. En 2022, la isla fue catalogada como “el país con la economía más miserable del mundo”, de acuerdo con el Índice Anual de Miseria Hanke.
México, infaustamente, se encamina a este desolador escenario, con la mano de hierro en guante de seda, de la llamada Cuarta Transformación. Permanentemente abofetea la libre expresión: la razón se ha convertido en sinrazón. Y se dirige a chocar, irremisiblemente, con su propio iceberg: la rabiosa ley zipper o ley mordaza.
El periodismo independiente -que ejercen pocos medios de comunicación en México, es un necesario bien social, en cualquier democracia, que se pervierte cuando está al servicio del poder político/empresarial. El reportero es un cordón umbilical entre la información y la sociedad.
En los estertores del último gobierno priista, el 22 de julio de 2018, la agencia APRO -de la prestigiada revista Proceso-, publicó:
En el final de su sexenio, Enrique Peña Nieto concentra las dos grandes tendencias que diversos expertos consideran los ejes de las relaciones entre medios de comunicación y poder político.
Ocurre así desde junio de 1936, cuando el general Lázaro Cárdenas creó la primera Dirección de Publicidad y Propaganda: una relación de control político e informativo que en los últimos años se transformó en dispendio en panfletos e imagen gubernamentales canalizado a los medios que formaran parte del “consenso presidencial”.
No precisa APRO que, a partir de ahí, surgieron las oficiosas salas de prensa, donde comenzó a pervertirse la relación entre los medios de información y el poder, mediante la dádiva, el chayo, embute, soborno, a los reporteros, como se conoció después. Fue una forma de amordazar la crítica, similar como ocurre ahora, sobre todo mediante las “benditas redes sociales”.
Sigue APRO:
La ambiciosa reforma jurídica que emprendió José López Portillo durante su gestión (1976-1982) para “formular, regular y conducir la política de comunicación social del gobierno federal y las relaciones con los medios masivos” murió el mismo día que él –el presidente de la “abundancia petrolera”– lanzó su invectiva contra Proceso:
“No te pago para que me pegues”, para justificar un boicot publicitario.
La historia ocurrió así:
Aquél infausto 7 de junio de 1982, en una comida por el Día Mundial de la Libertad de Prensa, el periodista Francisco Martínez de la Vega denunció, en su intervención, la actitud hostil hacia los medios y al uso coercitivo de la jugosa publicidad oficial.
A ello el polémico López Portillo -que con descarnada sorna apodaban Jolopo-, lanzó un escupitajo verbal en contra de sus detractores, con una pregunta bañada de intolerancia tiránica, autoritaria, prepotente:
“¿Una empresa mercantil organizada como negocio profesional, tiene derecho a que el Estado le dé publicidad para que sistemáticamente se le oponga?”
Respondió en tono amenazante:
“Ésta, señores, es una relación perversa, una relación morbosa, una relación sadomasoquista, que se aproxima a muchas perversidades que no menciono aquí por respeto a la audiencia: te pago para que me pegues. ¡Pues no faltaba más!”
Fue la tristemente frase célebre: no pago para que me pegues, como cita APRO.
Como si, desde los delirios del poder, saliera de su bolsillo el dinero de la publicidad para los medios de información.
Aquella advertencia tenía, en particular, un destinatario, un medio impreso: la revista Proceso, dirigida por el fallecido Julio Scherer García, uno de los periodistas más reconocidos a nivel nacional e internacional en la segunda mitad del siglo pasado, desde que estuvo al frente del diario Excélsior -1968-1976-. Don Julio murió el 7 de enero de 2015, a consecuencia de problemas gastrointestinales. Tenía 88 años.
Era una venganza directa contra el semanario por la descarnada exhibición del mar de podredumbre, corrupción, trapacerías y autoritarismo en que buceaba el sexenio de López Portillo. También se prohibió el acceso de los reporteros de Proceso a la cobertura de las giras presidenciales.
En uno de sus mayores desvaríos de poder, López Portillo ordenó la nacionalización de la banca. Además de que se ufanaba de que su hijo mayor, José Ramón, era el “orgullo” de su nepotismo.
Qué curioso, paradójico: uno de los hijos de López Obrador tiene el mismo nombre.
La falta de publicidad oficial, combinada con el impago de los suscriptores a su agencia, que entonces se llamaba CISA (Comunicación e Información), unos cinco millones de pesos, provocó el despido de una treintena de trabajadores, reporteros, principalmente. Entre ellos, quien esto escribe.
Sin miramientos fueron echados a la calle, aunque con el finiquito correspondiente.
De semanario, ahora, Proceso se ha convertido en mensuario, debido a una asfixiante crisis económica que pone en vilo su existencia, a causa de dos factores: la falta de publicidad oficial y la pobre visión empresarial de quienes ahora conducen su aciago destino.
Jorge Carrasco Araizaga es su actual director editorial. Aunque quien lleva las riendas es María, la hija de Don Julio. Hace tiempo vive un viacrucis para pagar salarios de reporteros y personal administrativo.
Con la llegada de la Cuarta Transformación, 43 años después, se repite esa historia. Aunque no hace referencia a las palabras de López Portillo -en su momento López Obrador, y ahora Sheinbaum- las actúan: La Cuarta Transformación, en el poder, tampoco, paga para que le peguen.
Su proyecto de nación, castillo de naipes desde el 1 de diciembre de 2018, cuya labor de albañilería estuvo en manos del entonces presidente, y que heredó, de forma ignominiosa, Shienbaum Pardo, se centra en, poco a poco, ir sepultando la libertad de expresión hasta que haya una sola voz: la de Palacio Nacional desde las llamadas, eufemísticamente, mañaneras.
Más bien, sus conferencias de prensa, semejan un patético circo de tres pistas. Donde la propaganda y la mentira sustituyen a la información.
Espíritu fascistoide, neonazi, característico del desquiciado populismo: repetir una falacia hasta convertirla en verdad. Y así doblegar a la prensa crítica. Algo nunca visto, siquiera, en los peores momentos del PRIAN.
Hermanados el fascismo y el populismo por el cordón umbilical de la tiranía dictatorial.
Adolfo Hitler echó mano de la eficaz comunicación de masas para enloquecer a un pueblo culto, sabio, inteligente: cine, radio y prensa escrita. Así repitió falsedades -como la supremacía de la raza aria- hasta convertirlas que verdades que detonaron en el holocausto que costó la vida de cinco millones de judíos.
Algo similar sucedió con el presidente López desde aquel infausto 1 de diciembre de 2018 cuando llegó al poder. Utilizó las bufonescas mañaneras en el Salón Tesorería de Palacio Nacional para adocenar la conciencia de un pueblo ignorante, inculto, -apenas la secundaria terminada-, que él llamó “bueno y sabio”.
A mal amo, mal esclavo, reza el refrán.
Durante su administración falleció un millón de personas: unos 800 mil por la pandemia de Covid 19, más 200 mil a manos de la delincuencia organizada y desorganizada y más de 72 mil desaparecidos, según versiones periodísticas.
Envuelto en un podrido, pestífero, manto purificador donde su palabra era –y sigue siéndolo en el retiro- ley, López envenenó la conciencia de 130 millones de mexicanos con un discurso, primitivo, silvestre, troglodita, como jamás ningún presidente lo había hecho en la historia moderna, desde 1929.
Durante el sexenio de López Obrador, 2018-2024-, escupió 145 mil mentiras -un promedio de 100 diarias- que replicaron las mayoría de los medios de información -radio, prensa escrita, televisión -Televisa la eterna, verdadera, conciencia nacional- y ahora las llamadas redes sociales -la ciberdictadura perfecta de la sinrazón- con ejércitos de bots, a favor y en contra .
Otra rayita al tigre:
México es el país que no está en guerra más peligroso para ejercer la libertad de expresión. En uno de los mayores descaros, el presidente López Obrador osó decir esta frase a menos de un mes de dejar el poder, durante un discurso que celebraba los logros de su gobierno:
“No hemos tenido asesinatos de periodistas más allá de lo que las circunstancias han ocasionado”.
Pero las cifras de organizaciones de defensa del periodismo retratan un panorama crudamente diferente. Durante el sexenio que terminó el 1 de octubre de 2024, la libertad de prensa y la seguridad de los periodistas enfrentan múltiples desafíos, incluidos los asesinatos de varias decenas de trabajadores de la prensa en todo el país.
Según Artículo 19, ascendieron a 47. Para el portal Fábrica de Periodismo fueron muchos más: 75. (https://fabricadeperiodismo.com/noticias/el-balance-del-sexenio-de-amlo-75-periodistas-asesinados-y-seis-desaparecidos/).
En una variante del no pago para que me peguen, el diario la Jornada -que fue acérrimo crítico de PRIAN-, en los últimos siete años, ha recibido alrededor de mil millones de pesos en publicidad por parte del gobierno federal.
No es casualidad: la directora del periódico, Carmen Lira Saade, es comadre del político tabasqueño.
Y en uno de sus tantos caprichos, sentado en la silla del águila, al inicio de sus gobierno, López Obrador ‘regalo/prestó’ 150 millones pesos al polémico periodista Epigmenio Ibarra Almada, una suerte de Joseph Goebbels huehuenche de la Cuarta Transformación.
Impensable que algún día sean devueltos a las arcas nacionales.
Pero el caso más abyecto de la relación del poder y la prensa -entre varios gobernadores que tienen una similar política de censura a sus detractores-, lo encarna Layda Sansores San Román, docente, psicóloga y empresaria mexicana. Nació el 7 de agosto de 1945, en Campeche.
Anciana eternamente joven -a los 80 años de edad, recién cumplidos-, con prodigiosos tintes anaranjados, sicodélicos, chillantes, que sepultan sus canas; y costosas, milagrosas, cirugías estéticas, que entierran arrugas y el letal paso del tiempo. La convierten en un retorcido esperpento, gárgola abyecta, “adefesio maldito” -diría Paquita la del Barrio-.
Se sometió a una costosa ‘hojalateada’, algo que nada tiene que ver con la llamada “austeridad o pobreza franciscana” -que pregonó López obrador-, que pocas mujeres pueden darse ese privilegio.
Encarna una sombría caricatura de sí misma y del partido Morena, que la abandera. Representa a la abuela desalmada de la Cándida Eréndira del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez.
Layda, en lugar de prostituir a la nieta, pervierte el sacrificado oficio de informar.
Por sus apariciones en público y nivel discursivo, suele exhibirse como una poetisa frustrada, bañada de metáforas impostadas en su voz de lija. Escucharla, raspa la entraña y la piel del corazón. Lisonjera, empalagosa, llena de calificativos vacíos, en actos públicos, su prosa taladró los insensibles oídos de López Obrador.
Una de sus mayores pifias políticas fue ante la mismísima presidente, Claudia Shiembaun Pardo, cuando Sansores dijo que
Una de sus mayores pifias políticas fue ante la mismísima presidente, Claudia Shiembaun pardo cuando dijo que “ser mujer, ser indígena, ser pobre, es lo peor que te puede pasar en la vida”.
La doctora Sheinbaum, a lado de ella, parecía tlaconete en sal, como se dice popularmente, retorciéndosele la entraña.
De acuerdo con la inteligencia artificial, que no tiene filias ni fobias, así describe la relación de la ex priísta, hija de uno de los más prominentes, en su momento, miembros del partido tricolor, Carlos Sansores Pérez -tampoco paga para que le peguen-:
Layda, gobernadora de Campeche, ha tenido una relación tensa con la prensa local. Ha sido acusada de utilizar el poder judicial para silenciar a críticos y periodistas que cuestionan su gestión. Algunos ejemplos de esta relación conflictiva incluyen:
Sansores ha presentado denuncias contra periodistas y medios de comunicación, como el diario «Tribuna Campeche» y el periodista Jorge González, por supuestos delitos de calumnia y difamación.
La gobernadora ha sido acusada de intimidar y acosar a periodistas que critican su gestión, lo que ha generado un ambiente hostil, de permanente autocensura en la entidad.
La Fiscalía General del Estado de Campeche (FGECAM), bajo la dirección de Sansores, ha exigido a medios de comunicación locales que proporcionen información detallada sobre los responsables de la redacción de notas periodísticas que critican a la gobernadora.
La actitud de Sansores ha sido cuestionada por organizaciones de defensa de la libertad de prensa, que argumentan que busca limitar la libertad de expresión y acallar la crítica periodística.
Esta situación ha generado preocupación entre los medios de comunicación y las organizaciones de defensa de la libertad de prensa, que ven en las acciones de Sansores un intento de silenciar a la prensa crítica y limitar la rendición de cuentas.
Hasta ahí la IA.
Pero hay otra oscura perla de la octogenaria política contra la prensa:
La FGECAM envió un oficio al medio Producciones Telemar, S.A. de C.V., solicitando los nombres de los periodistas y editores responsables de notas críticas sobre la gobernadora morenista, así como de su director general, bajo el argumento de integrar una carpeta de investigación por presunto delito de calumnia.
El documento, recibido el 15 de octubre, advierte que si la empresa no entrega la información en un plazo de cinco días hábiles, podrían imponerse sanciones económicas y procesos legales, lo que ha sido interpretado como un intento de control y censura sobre medios locales.
De acuerdo con Telemar, el requerimiento de la Fiscalía se suma a una serie de acciones emprendidas por el gobierno estatal contra medios críticos, entre ellos el diario Tribuna de Campeche, que enfrenta medidas cautelares que restringen la publicación de contenidos sobre la mandataria.
En un comunicado, la televisora denunció que este acto “refuerza la percepción de que se busca limitar la libertad de expresión y acallar la cobertura periodística que cuestiona al poder público”, lo que genera un ambiente de autocensura entre periodistas locales.
El pasado 14 de octubre, Claudia Sheinbaum tachó a la prensa que critica la gestión de su gobierno de «ruines» y “zopilotes” sin corazón, tras su polémica visita a los damnificados por la lluvias en Poza Rica, Veracruz, que han dejado 79 muertos.
La autovictimización tarde que temprano se convertirá en suicidio político. Una fórmula para eludir su responsabilidad en el ejercicio del poder. Porque siempre los villanos son los otros.
Porque Sheinbaum tampoco paga para que le peguen.
Mientras tanto, avanza a paso veloz la cubanización de la prensa en México y no hay un muro que la contenga.







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