«Cuál autonomía…»
Por HHR
CDMX, 06 noviembre 2025.- La designación de Dolores González Saravia como nueva titular de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México (CDHCMX) no pasó inadvertida. Y no solo por el peso del cargo que asume, sino por su vínculo familiar con la gobernadora morenista de Morelos, Margarita González Saravia, un parentesco que enciende las alarmas sobre la independencia de una institución que, por esencia, debería ser ajena a cualquier filiación partidista.
La CDHCMX llega a este relevo en un momento delicado: los órganos autónomos están en riesgo de desaparecer o vaciarse de sentido bajo el argumento de “eficiencia” o “austeridad”. En ese contexto, la cercanía política o familiar con el poder no es un detalle menor; es una señal de advertencia sobre el futuro de una comisión que históricamente ha sido contrapeso y refugio para quienes no tienen voz frente al gobierno.
Durante la sesión en la que González Saravia rindió protesta, el coordinador de la bancada de Movimiento Ciudadano (MC), Royfid Torres, puso el dedo en la llaga: “Hoy la Comisión enfrenta retos importantes ante la desaparición de los órganos autónomos, ante la concentración del poder y el debilitamiento de las instituciones que cuestionan al gobierno”. La frase resume el temor que recorre a los sectores críticos: que la CDHCMX deje de ser incómoda y se convierta en una pieza más del tablero político capitalino.
El diputado naranja también delineó los temas urgentes que debería encarar la nueva comisionada: la defensa del antipunitivismo, la reinserción social, la protección de infancias y la visibilización de las poblaciones callejeras. No son causas menores. En una ciudad donde la desigualdad se disfraza con megaproyectos y donde la respuesta institucional suele ser castigar antes que prevenir, estos asuntos definen la frontera entre una política de derechos humanos auténtica y una retórica vacía.
El legislador de Movimiento Ciudadano también lanzó una crítica frontal al populismo penal que busca resolver la inseguridad con más cárcel y penas más altas: “Se ha abusado de la prisión preventiva oficiosa”, recordó. Y tiene razón: esa figura ha servido más para criminalizar la pobreza que para garantizar justicia. En este terreno, la Comisión debería ser una voz firme, no un eco complaciente.
El riesgo no es teórico. La Comisión de Derechos Humanos local podría convertirse en un ejemplo de cómo una institución puede vaciarse de contenido cuando se subordina al poder. En la capital, sería un error histórico repetir ese camino. Si la CDHCD deja de cuestionar, si se calla ante los abusos, la ciudad perderá una de sus últimas trincheras de defensa ciudadana.
La llegada de González Saravia ocurre, además, en vísperas de un escenario donde los derechos suelen ponerse a prueba: el Mundial de Futbol de 2026. No sería la primera vez que, bajo la excusa del orden o la “buena imagen”, se intente borrar de las calles a las personas sin hogar o desplazar a poblaciones vulnerables. Movimiento Ciudadano advirtió esta tentación y exigió que la CDHCMX actúe, no solo observe.
Más allá de los discursos y de los compromisos protocolarios, el verdadero examen de González Saravia será su capacidad para resistir las presiones del poder.
La CDHCMX no necesita una comisionada leal al régimen, sino una defensora de derechos con voz firme y autonomía real. La capital merece una institución que hable por los invisibles, no una que repita los discursos del poder.






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