Por: Enrique Serna
@esernamx
CDMX, a 05 de agosto 2020 (PERIODISMOENACCION.COM / NOTICIASCD.MX).- En los últimos días ha circulado en redes una serie de videos en los que se ve a víctimas tomarse la justicia por mano propia, frustrar el delito que sufrirían y dar un brutal escarmiento a los pillos.
Naturalmente los incidentes provocaron reacciones a favor y en contra, además del escarnio expresado mediante centenares de memes y hasta una cumbia.
Con el argumento de la omisión oficial, un amplio sector incluso celebra la saña disfrazada de acto justiciero. «Para que lo piensen dos veces antes de robar otra vez».
Contrariamente a considerar los acontecimientos como actos de justicia o fértil materia de sátira, hay aspectos que llaman poderosamente la atención.
Aún con el respaldo y envalentonados por actuar en grupo, sorprende que si bien de manera inconsciente, los justicieros expongan su integridad para defenderse de la delincuencia con sus propios recursos y estrategias. Esta vez los resultados fueron aciagos para los malhechores y favorables para las víctimas, pero no siempre será así.
La historia nos ha enseñado que, al menos en nuestro país, sólo pocos delincuentes deciden pensarlo dos veces, por el contrario, buscan la manera de ser más amenazantes y provocar un miedo mayor entre las víctimas. Antes los ladrones robaban carteras con artificioso sigilo, hoy hay insultos, golpes, disparos, secuestros y demás muestras de superioridad y sometimiento. Son desalmados.
Para defenderse en igualdad de condiciones, las víctimas también deberán adoptar medidas agresivas, volverse violentos o utilizar objetos para protegerse; pero eventualmente eso conlleva la posibilidad de pasar de víctima a verdugo, ¿que habría pasado si presos de la ira asesinan al asaltante?
A sabiendas de los riesgos de ser detenido o de enfrentarse a víctimas defensivas, los delincuentes no dudarán en emprender prácticas más drásticas y hasta funestas, para cometer sus fechorías.
Por otro lado, el método de sanciones impuesto por los sistemas de justicia, así como las deplorables condiciones que padecen los reos en los centros de reclusión; no logran rencausar las conductas nocivas, por el contrario, las expanden y profesionalizan.
Así, la justicia por mano propia podría poco a poco generalizarse en nuestra cotidianeidad para provocar un entorno bizantino. ¿Cómo distinguir entre una legítima defensa o un abuso?, ¿a quién otorgar razón?, ¿cuál será el papel de DDHH?
Más que risibles, los acontecimientos deberían mover a otro tipo de reflexiones que ayuden a entender y enfrentar, la eventual violencia que se avecina.
**Autoría del reportero Enrique Serna, homónimo del autor de «El Seductor de la Patria» y otros títulos. La acotación se hace por respeto a su admirada trayectoria, y se pide no vincularle con el presente texto.
